viernes, 24 de febrero de 2012

Yo trabajo asi... en casa Particular


Patrona y trabajadora del hogar descubren en la otra su propia carencia. La Patrona dice de la empleada: “por lo menos a ella se le paga”. La empleada dice de la Patrona: “por lo menos ella lo hace para su propia familia”. Cada una ve una parte de la trampa a la que hemos sido empujadas las mujeres. Por pago o por amor somos las responsables del trabajo menos reconocido.

Las invitamos a leer el libro YO TRABAJO ASÍ… EN CASA PARTICULAR. De las chilenas Thelma Gálvez y Rosalba Todaro; Editado por el Centro de estudios de la Mujer; en 1985. Ahí podremos conocer las historias de Magdalena, Luz, Patricia y Elvira, trabajadoras del hogar quienes nos cuentan su experiencia, opiniones y decisiones relacionadas con su trabajo. Pero también los motivos personales que influyen en las decisiones de trabajar o no, migrar, cambiar de trabajo, emplearse en casa particular o en otra ocupación. Si comparamos sus experiencias con las que vivimos muchas de nosotras nos daremos cuenta que tenemos mucho en común. Nosotras también solemos enfrentar una lucha contra las circunstancias que nos han ido obligando a trabajar así. “Lucha real o imaginada, lucha activa o simple resistencia, pero en todo caso expresión del deseo de escapar a este destino”. “…obligadas por la pobreza, la falta de estudios, la migración desde el campo, la escasa oferta de otros trabajos, la falta de un lugar donde vivir, la necesidad de mantenerse y mantener a otros y también, ante la falta de experiencia laboral” optamos por trabajar en una casa ajena.
Los hechos que nos relatan en este libro son hechos de vida y de trabajo a la vez: “cuidar a un niño y quererlo, comer sólo la comida que se hace en el trabajo, vivir –o no vivir- la sexualidad entre las cuatro paredes de la casa donde se trabaja, dejar los estudios porque ya no hay tiempo suficiente.” La relación con la empleadora y la familia es mucho mayor que en cualquier otro trabajo, porque “en su jornada la trabajadora tiene muy pocas relaciones con otras personas. Su propia familia va siendo postergada u olvidada por la falta de convivencia diaria. Al mismo tiempo, la trabajadora se va involucrando poco a poco, en su preocupación y sus afectos, con la familia atendida y finalmente parece natural que cualquier problema de ésta sea más importante que su vida personal y su descanso.”
 Es difícil separar la historia personal de la historia laboral, ambas se entrelazan en cada situación imaginable, terminamos viviendo nuestras vidas en la intimidad de una familia, que sin embargo, no es nuestra familia, que pertenecen a otra clase social. Pueden ser buenas personas, amables pero finalmente, en los momentos más críticos nos recuerdan que entre ellas y nosotras sólo hay una relación de trabajo.
En este libro las autoras nos recuerdan que el trabajo del Hogar está lleno de ambigüedades por la relación de trabajo y la relación familiar que surge con el tiempo lo cual termina por confundir tanto a los empleadores como a la trabajadora.
Una de las consecuencias es la dependencia mutua entre empleadora y empleada. Las trabajadoras difícilmente tienen conciencia clara de la ventaja que les significa la dependencia de las empleadoras hacia ellas. Para éstas, contratar una nueva empleada no es una opción fácil de tomar: hay que enseñarle de nuevo, superar el miedo de una persona desconocida en la casa, acostumbrarse a una nueva cara, que los niños se adopten al cambio. El temor a que la empleada no llegue o se enferme y no poder ir a trabajar o no poder salir, se oculta muchas veces para no hacer evidente la dependencia y el poder que ésta da a la trabajadora.
En las trabajadoras está presente el miedo a cambiar de casa y tener que adaptarse a nuevas costumbres y caracteres: el cariño a los niños puede postergar la decisión de buscar mejores condiciones de trabajo.
También el despido o el retiro responden muchas veces a causas ligadas a las emociones, los afectos, el carácter, el trato. Ambas tienen miedo de decirse las cosas claramente. Hay miedos concretos, “que me eche”, “que se vaya”, pero también ese extraño parentesco entre el miedo y la rabia; ese resentimiento que hace imaginar que no hay forma de decir las cosas fáciles y claramente: decir algo es tener que decirlo todo, como una explosión.
Nosotras creemos que en México una de las soluciones es realizar un contrato por escrito en el que se pueda hacer explícito cuales son las obligaciones y derechos de cada uno de ellos. Y que podría ser renegociado cada vez que las circunstancias cambien.
“El trabajo del hogar tiene una definición imprecisa pues está condicionada por la personalidad y hábitos de la gente; no basta que esté bien hecho, debe de hacerse al gusto de los que lo reciben y, en el caso de la empleada, especialmente al gusto de la dueña de la casa como porta voz de la familia. Por eso la trabajadora está pendiente de caras y gestos, indicadores de aprobación o rechazo. Hasta debe de adivinar cuando hacer algo más de lo que se le ha pedido. Y no siempre acierta: ordenar un closet puede indicar que es una buena empleada o que es una entrometida, hacer una torta puede ser una atención o un despilfarro.”
“Así como ella interpreta a la empleadora, también desea ser entendida por ella, que le hable, que la conozca y la proteja, además de respetar su contrato de trabajo.”

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